lunes, 7 de diciembre de 2009

Un texto de Wim Wenders sobre westerns y música y otras cosas

Wim Wenders es un director por el que nunca he sentido una especial devoción, pero hay cosas de él que me gustan horrores. Me gustan sus primeras películas, las que hizo en 16 mm y estaban llenas de música (como en general todo su cine, eso también es verdad). Me gusta El miedo del portero ante el penalty, aunque también por Handke, claro (como también me gusta, sobre todo por él, Cielo sobre Berlín). Me gusta ese par de road movies en blanco y negro y perfectamente complementarias, Alicia en las ciudades y En el curso del tiempo. También El amigo americano, que es un polar muy especial. Y me gusta este texto suyo, más por lo que sugiere que por lo que dice. Es un artículo que escribió de joven y en el que están presentes algunos de sus intereses más persistentes, como son el cine americano de la época dorada y el rock. Obviamente, este último aspecto me ha decidido a colgarlo aquí, porque relaciona con libertad, con subjetividad, si se quiere algo ingenuamente, pero con mucho sentimiento, ideas musicales y cinematográficas. También porque coincido con su gusto por algunas de las bandas que menciona, como The Byrds, Buffalo Springfield, Grateful Dead o Quicksilver Messenger Service. Aquí tenéis el texto, y para acompañar la lectura, un tema de 1969 que se menciona en él, “Shady Grove” de Quicksilver.



EMOTION PICTURES (slowly rockin’ on)

El sargento negro, El hombre que mató a Liberty Valance, El último hurra, Misión de audaces, Centauros del desierto, La legión invencible, Caravana de paz, Tres padrinos, Fort Apache, Pasión de los fuertes, La diligencia.

Estos westerns de John Ford, y quizá un par más, pudieron verse en Munich en los últimos meses. Simplemente durante uno o dos días y, con frecuencia, sólo en sesiones nocturnas. En copias en mal estado y, por lo general, mal dobladas, todo lo cual es lamentable, pero más difícil es soportar a un público que reacciona siempre disconforme, demostrando que las horrendas películas de serie Z tienen asegurado su futuro, películas cuyas imágenes obstruyen la vista y cuyos sonidos dañan al oído.

¿A qué otras películas se puede ir todavía si se prescinde de unas pocas excepciones? La visión saca como conclusión una carencia: yo echo de menos la apacibilidad, la exactitud, la minuciosidad, la seguridad, la seriedad, la paz, la humanidad de las películas de John Ford, echo de menos sus rostros, que nunca son afectados, sus paisajes, que nunca son simplemente un telón de fondo, sus sentimientos, que nunca son ni cargantes ni bufos, sus historias, que, aunque sean divertidas, nunca divierten, sus actores, que se transforman siempre conmovedoramente, echo de menos al pendenciero de John Wayne, al amargado Henry Fonda, a la sincera Constance Towers, a la tímida Vera Miles, al abatido John Qualen, al irlandés Victor McLaglen, a la maternal Jane Darwell, al ofuscado Russell Simpson, al bribón de Harry Carey Jr. A los comanches que intervinieron en Centauros del desierto, cuyos nombres son: Away Luna, Billy Yellow, Bob Many Mules, Exactly Sonnie Betsuie, Feather Hat Jr., Harry Black Horse, Jack Tin Horn, Many Mules Son, ¡Percy Shooting Star!, Pete Grey Eyes, Pipe Line Begishe, Smile White Sheep.

John Ford ya no hace películas.

El nuevo cine americano es desconsolador, al igual que los nuevos e inservibles flippers de hojalata fabricados en Chicago, en los que uno trata en vano de encontrar nuevamente el placer de jugar al flipper.

La música americana nos devuelve, cada vez más, el sentido que sus películas han perdido: de la solidificación de la música blues, rock y country surgió algo que no es para ser experimentado sólo a través del oído, sino también para ser visto, en imágenes, en el espacio y en el tiempo.

Esta música es, ante todo, la música del oeste americano, de esa conquista de la que trataban las películas de John Ford y de esa segunda conquista de la que trata esta música, que se ha desarrollado, con más fuerza que en la «europeísta» costa este, entre Nashville y la costa oeste de los Estados Unidos. En San Francisco y Los Angeles es donde también surgió el cine. Pero, desde entonces, Motion Pictures se ha convertido en una definición de la música.

En Easy Rider (Buscando mi camino), las imágenes cinematográficas son superfluas, puesto que sólo ilustran su música, y no a la inversa, son sólo reliquias de una evidencia que la música ha desarrollado mucho más vigorosamente que las imágenes, puesto que éstas, agotadas y frías, sólo consiguen remitirnos a películas cuya belleza, cuya nostalgia y cuyo lirismo construyeron y sustentaron por sí mismas.

“Born to Be Wild”, de Steppenwolf, o “Wasn’t Born to Follow”, de The Byrds, son la verdadera película de la exploración de América, y no las imágenes de Peter Fonda.

I used to walk on the city streets,
Now I wandered for a while,
And I never found my happiness,
Till I moved to the country side.
Now follow me all quietly,
I am riding on the trail
Away from smog and traffic flog
Where all the pigs have tails.
On dear shady groves,
It’s shady grove, my honey,
shady grove, my true love,
I am bound for shady grove.

Shady Grove, del Quicksilver Messenger Service (Capitol Records, SKAO-391): imágenes de emoción, como no es frecuente en el cine, ninguna imagen vaga o sentimental, sino, por el contrario, todas llenas de un lirismo completamente diáfano y consciente en sí.

Como grabación en vivo se puede acudir al doble Live Dead, de los Grateful Dead (Warner Brothers, WD 1830, editado por Decca), quizá el disco más claro y más hermoso de un grupo de la costa oeste. Movimientos e imágenes lentos, serenos, fértiles y melancólicos.

Planos generales de California, en color y Cinemascope.

Retrospective. The best of Buffalo Springfield (Atco SD 33-283).

3614 Jackson Highway. De Cher (Atco SD 33-298).

Spiritual Guidance: Sonny Bono. You remember Sonny and Cher, singing “The Beat Goes On”, 1965.

The Ballad of Easy Rider, de The Byrds (CBS, 63795).

If you’d been watching the city streets,
You can’t see them get much greener,
And I’d know, where we’re going to
Our heads are feelin’ much cleaner
Oh, sady grove…

El mejor disco de The Rolling Stones es el único que hicieron en América: LIVEr than you’ll ever be, y su título es tan bueno como la música; es una edición pirata de fragmentos de la gira americana de los Stones del pasado año. En ninguno de sus discos anteriores habían cantado tan viva, poderosa, metálica y agresivamente. «All right, here we go, slowly rockin’ on», dice Mick Jagger alguna vez. Nunca se habían oído unos solos de guitarra tan largos de Keith Richards. Las canciones son: “Carol”, “Gimmie Shelter”, “Sympathy for the Devil”, “I’m Free”, “Live with Me”, “Love in Vain”, “Midnight Rambler”, “Little Queenie”, “Honky Tonk Women”, “Street Fighting Man”. Con un poco de suerte se puede conseguir el disco en Alemania, del mismo modo que el ya legendario Great White Wonder, de Bob Dylan, donde pueden escucharse trece canciones de la época de John Wesley Harding, que la Columbia no había publicado nunca, como, por ejemplo, “Tears of Rage”, “Mighty Quinn”, “I Shall Be Released” y “Wheels on Fire”.

Todavía no hay «copias piratas» de las películas de John Ford, pero habría que empezar a hacerlas.

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[Este artículo se publicó en el número 5 de la revista alemana "Filmkritik", en mayo de 1970. La traducción la hizo José Ignacio Fernández Bourgón y apareció en el número 21 de la revista "Contracampo", en la primavera de 1981.]

También me gusta, y me ha sorprendido vuelto a leer hoy y tratándose de un texto de 1970, esa idea latente en él acerca de que hay que hacer lo que sea, hasta copias piratas, para acceder a aquello que nos interesa y que por razones normalmente de mercado se nos escamotea. Esa es una variable con la que no suelo encontrarme en los "debates" sobre descargas y demás.

A continuación “Dark Star”, tal vez el tema más representativo del disco de Grateful Dead Live Dead, que también menciona Wenders. (Se trata del extracto que se utilizó en la película Zabriskie Point, de Michelangelo Antonioni).



En el curso del tiempo (1976)

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