miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tela marinera

Pero como los de El Jueves, tenía otros títulos, por ejemplo "De juzgao de guardia", o bien "Sin desperdicio, como el cerdo", aunque finalmente me he decidido por una expresión de nuestro acervo cañí que si no me equivoco popularizó Fernando Esteso en los 70 y que hacia años que no me venía a la cabeza, casi casi desde mi infancia en el surrealista barrio de Vallcarca. La cosa viene a cuento de esto

http://www.elpais.com/articulo/cultura/espectador/denuncia/musico/jazz/tocar/jazz/elpepucul/20091209elpepicul_5/Tes

Mis colegas blogueros Artal y Bun se han hecho eco también del disparate

http://estrapaluciosyfatezas.blogia.com/2009/120901-larry-ochs.php

http://www.tomajazz.com/bun/2009/12/berlanga-y-el-guardia-civil-que-sabia.html

Pero, yo les diría que no hay para tanto. A mí me ha enternecido la figura de este escarnecido seguntino que, no sé si en disposición de todas sus facultades mentales (digo por lo de la prescripción), pero sí al menos ejerciendo plenamente su derecho de ciudadano libre, decidió dar un manotazo en la mesa. Porque, vamos a ver, quién de nosotros no ha ido alguna vez al cine, a chuparse por compromiso una de esas películas que les gustan tanto a los modernillos, y no ha salido rebotao, con ganas de ir derecho al juzgado o a buscar la pareja de guardias más cercana. Lo mismo digo con conciertos, de éstos diría que a patadas los he visto así (los hemos visto, colegas, los hemos visto, admitidlo). Bien es verdad que uno no llega a poner nunca la correspondiente denuncia, pero no es por falta de voluntad, sino por la intervención torticera de alguna copa interpuesta, que ya sabemos que relaja el ánimo -una solamente-, es un relativizador potentísimo y, bueno, por aquello también de que no hay dos sin tres.

Pero volvamos al caso que nos ocupa. Queridos colegas, vean el vaso medio lleno, y dense cuenta que la acción de este honrado ciudadano abre una jurisprudencia de lo más prometedora. O sea, que ahora, ¡cuidado músicos!, porque vamos a ir con la entrada en una mano y un impreso de denuncia en la otra. Esto, entiendo yo, va a ayudar a clarificar las cosas. Aunque, claro está, hecha la ley hecha la trampa que se dice, y siempre se puede acabar usando este procedimiento de manera ilegitima para, por ejemplo, vengar alguna vieja rencilla.

Por otra parte, es igualmente interesante eso de "contraindicado psicológicamente". Este mismo mediodía he llamado a mi psiquiatra para preguntarle qué jazz me está contraindicado. Me ha dicho que no había hecho las pruebas aún pero que si yo lo deseaba se ponía a ello de inmediato. Me acaba de llamar hace un ratillo y me ha dicho que es el "jazz clásico" el que me está contraindicado, y que vigile con tomar el "swing" siempre mezclado, o al menos bastante rebajado, pues concretamente ese es el principio activo que jode mis endorfinas.

Si uno es una buena persona, pues todo es fácil, no se expone gratuitamente a cosas que le pueden resultar nocivas y santas pascuas. Pero, eso de ser bueno todo el tiempo cansa un poco, y de vez en cuando hay que abrirle la puerta al borde que llevamos dentro. O, ¿no? Pues imaginad, decía, queridos Artal y Bun, imaginad qué poder frente a los festivales de jazz grandes, o frente a ese jazz ñoño que tanto nos cabrea. Y eso por circunscribirlo tan sólo al ámbito del jazz, pero las posibilidades son infinitas. Por ejemplo, ya estoy pensando en reservar una entrada para Spandau Ballet sin otro objeto que irme a la comisaria más cercana al cabo de un cuarto de hora de concierto. Una cosa importante, para tramitar una denuncia hay que presentar la entrada que se ha comprado debidamente. No vayan a pensar que estas cosas salen gratis.

Adivino que ahora se ha instalado un perverso brillo en los ojos de Artal y Bun, por no decir de tantos otros, porque ven las posibilidades del invento. Efectivamente, lo que os quería decir, se ha abierto la veda, muchachos.

Y, ya para acabar, no puedo dejar pasar por alto al miembro de la Benemérita que en ese trance, con la presión ambiental rodeándole, impidiéndole seguramente pensar con claridad, tuvo que decidir si aquello era jazz o no en cuestión de minutos. Imaginaos la situación, y habréis de convenir conmigo que tamaña gesta no hay crítico de jazz en España capaz de llevarla a cabo. En fin, quiero expresarle a él, al diligente guardia civil, al que seguramente entre todos le dieron el puente, mi más sincera admiración aunque no esté de acuerdo con el fallo.

Señores, Spain is different

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