lunes, 20 de agosto de 2012

Lecturas: Crónica sentimental de España (dentro de 50 años; y V)

Entre todos la mataron
y ella sola se murió.

(Aleluya popular)

Dentro de cien años, cuando España sea un atolón, cuando las tierras del centro hayan sido enviadas a la Luna para el desarrollo de la agricultura espacial y los mares hayan ocupado el espacio vacío para duplicar el número de las costas: dentro de cien años, cuando los centros de Formación Profesional Acelerada produzcan a un ritmo mensual de cien camareros, cinco flamencos de litoral y cincuenta profesionales playeros varios; dentro de cien años, cuando la arqueología submarina busque y rebusque bajo el mar interior español el monumento al pastro de Ávila, al maestro nacional, a la mujer gallega, a Sancho Panza y el burro manchego; dentro de cien años, cuando los presentadores de televisión inicien el programa diciendo: Hello, people, How are you?, y a continuación traduzcan para las clases pasivas: Hola, señores y señoras. A conservarse; dentro de cien años, cuando en Venus, Marte, Vulcano comiencen a aparecer ciudades de plástico llamadas Nueva Galicia, Nueva Cuenca, Nueva Reus; dentro de cien años, cuando la URSS y USA lleguen a un acuerdo para dejar de encañonar la Tierra desde el espacio todos los días festivos y en otras jornadas de especial significación; dentro de cien años, cuando entre las ruinas arqueológicas del Rastro los hispanistas norteamericanos de la Universidad de Columbia se sonrían ante la precaria supervivencia del cancionero popular iniciado por la canción:

Tres cosas hay en la vida:
salud, dinero y amor,
y el que tenga estas tres cosas
que le dé gracias a Dios;

dentro de cien años, cuando Robert John Kennedy III, el Benevolente, decida un empadronamiento total de los ciudadanos de su imperio para conmemorar la era de la paz instaurada, y en los jardines de la Casa Blanca er nino de Belmez estrena la primera versión del Valverde, ¡ay mi Valverde!, quién estuviera en Valverde, en correcto americano de St. Louis; dentro de cien años, cuando según el New York Times se aprecien evidentes síntomas de distensión entre Cuba y Estados Unidos; dentro de cien años se habrá llegado a la evidencia de que no hay que luchar por lo que es evidente y de que aquel verso de canción popular: Recuérdame, que recordar es volver a vivir, no era otra cosa que un signo más de la ley de la incongruencia lógica que presidió la vida de la humanidad hasta poco después del años 2000. Y tal vez la sección de la Universidad de Yale, especializada en Historia Bioquímica de España, descubra que el germen de los nuevos tiempos dentro de la antigua área de España sea el plan de estabilización de 1958.
Esta es la introducción a la tercera y última parte del libro, «Los felices sesenta». A mí me parece que con este divertimento de atisbar lo venidero, Vázquez Montalbán da la clave de lo que ha sido el libro. Mencionábamos en un post anterior su proverbial ironía. Cierto, pero hay que señalar que lo que no hay en todo el libro es el menor rastro de cinismo. Tal vez, puntualmente, sí hay algunos dardos envenenados dirigidos a ciertos ítems, pero nada más. Creemos que eso le honra y le da a la crónica una dignidad fuera de toda duda.
Crónica sentimental de España apareció originalmente en 1969 como una serie de artículos para la revista Triunfo. Dos años más tarde, en 1971, aparecía en forma de libro después de que el material escrito para los artículos hubiese sido convenientemente manipulado y enriquecido para darle esta forma final.
Era necesario un libro como este. Un libro que desde la comprensión, el conocimiento y la empatía, se proponía no tirar con el agua sucia de la bañera al niño de la cultura popular de nuestros padres, abuelos, bisabuelos... Seguramente porque ya se veía en aquel momento que las cosas iban a cambiar así como la inevitable preponderancia que iba a tomar la cultura norteamericana sobre la nuestra.
No obstante, el libro es valiente, y cuando hay que repartir no le tiembla el pulso lo más mínimo.
Expresa su asco por aquella clase de personajes e "intelectuales" que decían cosas como: «Prefiero una juventud forjada en los campos deportivos que en la lectura de Alberti.» Y así nos va, porque eso, a efectos prácticos, no ha cambiado. Miren las estadísticas.
Puede ser sarcástico, como cuando parece celebrar en un estupendo giro la resistencia de las jóvenes españolas frente a las precauciones que les "aconsejaban" los mayores -sobre todo las madres- debían tomar con la minifalda: «Sus hijas, las quinceañeras de los años sesenta, pronto darían el gran salto cualitativo de extranjerizarse y de gritar: ¡Que españoleen ellas!» ¿Se acuerdan de aquel desafortunado «Que piensen ellos» que con tanta premura y adhesión se hicieron suyo los españoles (y lo que te rondaré, morena)?


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