Hablaremos y pondremos otros fragmentos de este gran trabajo de antropología cultural pero, de momento, aquí va un estupendo fragmento sobre fútbol, Matías Prats y la fundación del espíritu nacional. (De verdad que, viendo y oyendo a los actuales locutores y periodistas deportivos, estoy convencido de que estamos ahí mismo).
Cuando Matías Prats retransmitía un partido jugado por la selección española, Alejandro Farnesio, en su tumba, se mesaba las barbas desesperado por haber carecido en sus tiempos de tan fabuloso impulsor emotivo. Nadie se explicaba, después de haber escuchado una retransmisión de Matías Prats, cómo España había perdido frente a Italia en Madrid por tres a uno. Porque aquel día Prats convirtió en dios mitológico a Gonzalvo III, el hombre que «estaba en todas partes», el hombre que, «desde la posición teórica de medio volante», lanzaba su furia para empujar ante ella a la derrotada delantera española. «¡Gol, gol, gol!», gritaba Prats cuando el gol era de España. «¡Gol!», musitaba cuando el gol se lo marcaban a España. Gracias a Prats, el pan y toros se convirtió en pan y fútbol; gracias a Prats, entre otros. Frente a España estaba la amenaza de Travassos, el cruel interior portugués que quería impedir nuestra clasificación para los Campeonatos del Mundo de Maracaná. Pero nada pudo hacer Travassos frente a la escuadra de Gaínza, Gonzalvo, Puchades, Zarra… Y después, nuestros tercios futbolísticos ganaron a Irlanda por cuatro a uno. Gaínza salió de aquella hazaña convertido en el gamo de Dublín. Los tercios prosiguieron la reconquista de Europa y vencieron a Francia en París por cinco a uno. Basora salió de aquella hazaña convertido en el monstruo de Colombes. Y la voz de Matías Prats seguía creando el lenguaje radiofónico-futbolístico-nacional-sindicalista. La voz se fue a las Américas a retransmitir los Campeonatos del Mundo de 1950. Las Américas estaban llenas de exiliados que tenían una filosofía de la vida, de la muerte y de la victoria muy distinta a la de Matías Prats. Meses después de la vuelta de la selección, se proyectó en todo el territorio nacional un documental sobre la gesta de la selección española. Llevaba un título de diario español de provincias o de documento izquierdista de intelectuales sartrianos. Se llamaba La Verdad.
¿Qué había ocurrido en Brasil?
El equipo español había alineado básicamente a: Ramallets; Alonso, Parra, Gonzalvo II; Gonzalvo III, Puchades; Basora, Igoa, Zarra, Panizo y Gaínza. Este once sagrado batió a Inglaterra por uno a cero. Cuando Zarra e Igoa consiguieron marcar el gol casi juntos, Matías Prats gritó como hubiera gritado el adolescente grumete de la nave almirante de la Invencible, si la Invencible no hubiera sido diezmada por las tempestades y por la flota inglesa. Aquel ¡GOL! De Matías Prats es el punto de origen del CONTAMOS CONTIGO, del desarrollo del turismo, del triunfo de Massiel en Eurovisión, del trasvase del Tajo y del Segura, de las autopistas de peaje, del VII Plan de Desarrollo… Cuando los españoles oyeron aquel gol, la Historia Universal retrocedió cuatrocientos años. Felipe II frunció el entrecejo y dijo: «A ver si ahora…».
El gol de Matías Prats, Zarra e Igoa aún recorre la galaxia. Cuando los cosmonautas americanos creen percibir un ruido extraño, algo así como el de una piedra que cae en aguas tranquilas, lo que oyen realmente es el grito más célebre de la Historia de España después del «Tierra a la vista» de Rodrigo de Triana e inmediatamente antes del «A mí, Sabino, que los arrollo» del delantero Belaúste. Matías Prats. Éste es el nombre del gran cronista épico de estos treinta años de vida española. Dotado de una especial metodología narrativa que le acerca a los mejores novelistas del realismo socialista, Prats siempre ha sabido hallar el correlato histórico totalizador que corresponde al hecho deportivo. No. No ha sido un locutor lineal, positivista, neopositivista, ¡ni siquiera neopositivista! Ha sido un locutor dialéctico, que, por ejemplo, cuando España ganó a la URSS en Madrid en 1964, ofrendó aquel triunfo a la conmemoración de los XXV Años de Paz.
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