"Una desazón recorre el mundo como un nuevo fantasma de imposible manifiesto. A nivel de intuición, la juventud de los años cincuenta, al calor de los beatniks, del rock y del alcohol, buscaba la escapatoria del furor de vivir, el placer del acto gratuito que tan acertadamente había descrito Gide. Elvis era el símbolo del hacer sin saber qué hacer. Su voz, su sentido del ritmo, equivalía precisamente a ese actuar sin actuar, a ese consumir energía in situ, sin contribuir a que aumente la balanza de pagos nacional.
"En todo el mundo aparece una incipiente rebeldía juvenil convertida en movimiento de masas. Los jóvenes siempre habían sido rebeldes -decían los padres preclaros-, pero nunca así. La rebeldía juvenil había sido plasmada en las novelas de Glasworthy. Era la rebeldía de uno en uno, la rebeldía literaria del joven que no quiere ser comerciante como su padre y emigra a las colonias. Allí se hace comerciante, como su padre, y regresa a tiempo de cerrar los tranquilizados ojos del autor de sus días. Pero esta nueva juventud rebelde que agita las cadenas de sus bicicletas, que viste blue jeans y cazadora de cuero, que practica incipientes formas de amor libre, es agresiva. Se le reprocha esa agresividad de grupo que esconde una cobardía individual. Se les reprocha desde un temple cinematográfico de excombatiente que ha ganado una guerra mundial él solo, como John Wayne o el general De Gaulle. Pero nadie habla de la agresividad y la violencia implícita, omnipotente, que se refugia en todos los códigos que superestructuran la vida común, en beneficio de las castas.
"Gamberro. Esta palabra se incorpora al vocabulario nacional, merece incluso los honores de titular de una película protagonizada por Gila, Miguel Ángel Valdivieso, César Ojinaga... Se rueda en los estudios IFI y pretende ser un exponente de la desorientación del mundo juvenil. Nuestros gamberros cinematográficos tienen más parecido con el bruto desaprensivo de capital de provincia que con los jóvenes bárbaros con blue jeans y cazadoras de cuero. Entre nosotros aún quedan evidentes acciones extradanzantes, aún nadie está de vuelta de las trampas e integraciones de la democracia formal. Y a ello se atribuye la «salud moral» de nuestro pueblo que, al decir de las estadísticas nacionales, es el que menores índices tiene de todas las delincuencias. Incluso de la delincuencia política, si es que se puede llamar así...".
Fabuloso este Manolo Vázquez, ¿no les parece?
Esa forma de jugar con varias ideas e imágenes y con ellas tejer su crónica, su relato. De hecho, Crónica sentimental de España, que se lee de un tirón porque está escrita con nervio y agilidad, sería como un calidoscopio gigante en el que van apareciendo y despareciendo los pequeños objetos para formar ilusiones más densas o menos (esas ideas o, más bien, ese relatarlas y confeccionarlas).
También tenemos esa soltura a la hora de utilizar contrapuntos o unísonos de culturas foráneas.
El uso de distintos registros, insdistintamente culto y popular, solapándose o sobreponiéndose en todo momento (con lo que manifesta ser consecuente consigo mismo).
Y, además, está ese descaro a la hora de utilizar las palabras y sorprenderlas con frecuencia desde atrás.
Y su fina ironía.
O, también, esa capacidad de generar ideas: en otras partes del libro, por ejemplo, se habla de «raphaelismo y posraphaelismo» (¡ya en el 69!), se habla del «pasodoble filosófico nacional» (que hoy todavía lo bailan muchos, todo hay que decirlo), o esa fabulosa observación de la psicología de esta España que les duele a tantos -y por motivos contrapuestos- cuando sugiere analizar una de nuestras más acomplejadas y automáticas expresiones: «son otra cosa», decimos subcomparándonos con cualquier cosa que venga de fuera. ¡Menos mal que nos queda el fútbol!, como ya vislumbró el propio Vázquez Montalbán.
Pensamos hacer una o dos entradas más sobre esta magnífica lectura. No pensábamos poner música en ninguna de ellas, y de hecho no lo vamos a hacer salvo ahora. No es que se necesite complementar o ilustrar este texto, ni mucho menos, lo que ocurre es que pensando en él y en esa misma "juventud" pero unos años más tarde, nos ha caído una cosa sobre el teclado. Tómenselo como un efluvio simultáneo, nada más...
Muy bueno, Mr Torrance.
ResponderEliminarLe explico una anécdota revelarora sobre el carácter de Manolo Vázquez. Mi padre estuvo un tiempo trabajando en la traducción-adaptación de la Gran Enciclopedia Larousse, que publicaría Planeta unos años después.
Manolo Vázquez compartía despacho que mi padre. Un día le vió vaciar todos los cajones de su mesa, a lo bruto, tomar la puerta y salir de Planeta con un buen cabreo. Mi padre siempre lo explicó como un ramalazo, muy suyo, no sé de qué, pero tenía que ver con la integridad personal. Genio y figura.
RZ
ajá, buena anécdota. tengo entendido además que era un hombre de una generosidad extraordinaria. se le echa en falta. me pregunto qué diría ahora sobre los bancos, sobre el 15-M, sobre esta histeria con la independencia, etc, etc
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