martes, 5 de enero de 2010

Réquiem

Ayer me enteré de la muerte de la madre de un viejo amigo. Hacía tiempo que no la veía pero hacía muchos años que la conocía. Ha sido rápido e inesperado, más dramático tal vez por eso, aunque cuando la vieja dama aparece, todo es terrible se den las circunstancias que se den. Desde que he despertado está mañana tengo en la cabeza el "Requiem" de Lennie Tristano. Como no podré asistir al sepelio, me lo pondré para estar junto a mi amigo y recordar a su madre.



Este tema, que Tristano dedicó a Charlie Parker en su muerte en 1955, siempre me ha hecho temblar. La introducción, un comentario previo fuera del tema, un poco a la manera aunque en otro registro del "My monday date" que al año siguiente grabará Earl Hines, tiene un tinte impresionista y da muy bien la clave en la que se va a desarrollar el inapelable blues posterior. Un blues ejecutado con una determinación conmovedora, con la mano izquierda haciendo acordes profundos, reverberados, cansados. La línea melódica es muy triste, quizá porque no logra salir de la misma idea, de ese pesar que acongojó a Tristano cuando supo de la muerte de Bird. Al final, sólo en los últimos compases, porque ya no puede obtener más emotividad y porque se niega a traicionar la simplicidad de la melodía "enriqueciéndola" desde dentro, añade un segundo piano para adornar con unos trémolos, a modo de coronas, la notas de despedida de la melodía y del tema. Más que cualquier otro réquiem que yo haya escuchado, creo que este de Tristano puede entenderlo cualquier persona del planeta. No es una cuestión de estilo, es una cuestión de sentimiento.

Ánimo, Javier.

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