En espera del concierto de mañana junto a Barre Phillips, en el que podré ver a Joe Morris por primera vez tocando la guitarra, voy a hacer este guitarrowing sobre él, y voy a tratar de hacerlo dándole forma de retrato.
Hará un par de años, con ocasión de la presentación de su proyecto sobre Pérez Prado en Barcelona ("Go go Mambo", promovido por Arco y Flecha, y en el que Morris tocaba el contrabajo), tuve la oportunidad de entrevistarlo antes de la prueba de sonido. Al acabar ésta, cuando los músicos se retiraron a los camerinos a comer algo, Morris se quedó en el escenario. Al cabo de unos minutos, se acercó al patio de butacas y se sentó en primera fila (yo estaba cerca, en la segunda), sin perder de vista la escena. Estaba preocupado, algo no le cuadraba. De vez en cuando rompía el silencio para, sin grabadora ni nada, contarme cosas acerca de su trabajo. Habló de la guitarra y de los guitarristas. De que le gustaba tocarla siempre afinada. Le exasperaba la autoindulgencia de cierta vanguardia. La experimentación x la experimentación. Él se veía como parte de una continuidad dentro del free jazz y de la improvisación. Una historia difícil y frente a la que, dentro de todas las innovaciones que se quisieran, había que mantenerse respetuoso y riguroso.
La sensación que se tenía al oírlo era como ante ese código de honor que antes tenían los viejos bad guys. Sí, ya sé, esto con todas las matizaciones y salvedades que se quieran, pero permítaseme la imagen aunque sólo sea apelando a la mitología cinematográfica. Lo cierto es que su nivel de autoexigencia era altísimo, tal vez demasiado y todo. Durante esa hora que transcurrió, en ningún momento dejó de mirar el escenario que iba a acogerlos esa noche, tratando de encontrar alguna solución a ese problema que él veía (y que, sospecho, no era uno sólo ni fácil de formular). En Morris, en su carácter y su música, hay algo trágico.
A continuación, dos temas de No Vertigo (Leo Records, 1995), un disco de solos en el que interpretaba sin acompañamiento guitarra acústica o eléctrica, mandolina o banjo ukelele. Un trabajo de hace quince años pero en el que ya encontramos casi todas las constantes de su quehacer. El primer tema es "The 17th", una balada reflexiva pero desasosegadora; y el segundo, "Equilibrium", una impro dura y en la que despliega toda su capacidad retórica. Dos aspectos integrales de su personalidad. Ambos con guitarra acústica.
Para todos los clientes guitarristas del hotel.
mira, yo lo vi con ese proyecto, varios meses antes que tu y ahora lo vas a ver como guitarrista un par de día antes que yo. lo adoro. lo descubri conlos primeros riti. como adoro a su adorado lowell davidson. ya me contaras que tal va el domingo.
ResponderEliminarEse difíícirrrll.. equilibriorrrrlll.. entre la concrecióóón y la dipersióóndelaidea!
ResponderEliminaro entre la síntesis y la digresión.
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