miércoles, 29 de diciembre de 2010

Q: Didn't you like Avatar? A: Yes, I didn't

De entrada, denle al reproductor y que suene "Siberian Khatru"

Siberian Khatru by Yes on Grooveshark

Observen las imágenes, del ilustrador Roger Dean (1ª y 4ª) y de la película Avatar (2ª y 3ª)





Lean.

2010 ha sido el año, crematísticamente hablando, de la película Avatar, el nuevo camelo de James Cameron, que no levanta cabeza desde... ya ni me acuerdo. Porque hubo un tiempo en el que un servidor, cuando se estrenaba un film del canadiense, iba a verlo. Me gusta Piraña 2: los vampiros del mar, porque aunque no iguala la obra maestra de Joe Dante (Piraña) es una pirada sensacional (bien se podría llamar Pirada 2). Me gustan, obvia y solamente, los dos primeros Terminator. Al final transigí con Aliens. Y además está la que para mi es su mejor película, The Abyss. Después de eso, uno empezó a notar que, además de la pasta, Mr. Cameron trataba de tomarle el pelo. Ahí está Mentiras arriesgadas, que no es más que un aparatoso gadget surgido de entre el humo (humo que en el futuro tratará de vendernos el cineasta). Y a partir de entonces, Titanic y cía, mejor ni hablar.

El pasado día de Navidad, los programadores del + tuvieron la genial idea de pasarles a los españoles abonados al canal el film en cuestión, Avatar. En el tp del canal, que es el diario EL PAÍS (con tilde), el plumilla de turno decía

"Avatar es un espectáculo visual apabullante, que deja noqueado desde el primer minuto. Dicho esto, también habrá que mencionar que su entramado narrativo es de una insultante banalidad: un relato de amor interracial envuelto en una apología ecologista. James Cameron está lejos de haber reinventado el cine: ha revolucionado su envoltorio, éste sí, fascinante y arrollador. Así, Avatar puede y debe disfrutarse como un excitante juguete, pero los nombres de los maestros del cine son otros."

Recuerdo que durante muchas de las primeras semanas de este año tenía que morderme la lengua para no ponerme a teclear unas cuantas líneas sobre Avatar cuando leía puntualmente cada viernes, sin fallar uno solo, cómo aumentaba su fabulosa recaudación. Finalmente, y a pesar de tenerme hasta los mismísimos, resistí y no lo hice. De hecho, tampoco esto que estoy haciendo ahora tiene que ver con aquel impulso, y si siguen leyendo verán por qué.

Volvamos a la pequeña reseña de más arriba, no sin antes decir que fuí al cine a ver Avatar, con mi hijo (al que, por cierto, no le gustó, lo que no deja de tener su mérito). Así que no crean que hablo sin haberla visto (aunque es algo que a veces hago, en este caso, no). Veamos: empieza diciendo que te deja "noqueado", lo que es cierto y explica el sopor cefáleo en el que te encuentras a la media hora de película. Dice, también, que "su entramado (más bien una raya) narrativo (ahora cualquier cosa es "narrativa", incluyendo la manera de vender a los políticos) es de una insultante banalidad (ésta siempre lo es insultante, y más cuando has pagado una entrada)". Respecto al "amor interracial", uno se pregunta al finalizar el film si no es mejor que nos quedemos aquí (en la Tierra) y no nos andemos apareando por ahí con cualquiera, ni para que no nos estropeen más ni para no estropearlos nosotros a ellos. Y en cuanto a la "apología ecologista", no lo comentaré porque se comenta solo. Lo que sí querría señalarle al escritor de la nota es que en lugar de apología podía haber puesto "parábola", y así el concepto se hubiera comentado mejor a sí mismo.

Obviaremos su dimensión metatemática, que si la realidad virtual, el videojuego, el reflejo del mundo, los avatares... porque nos trae sin cuidado.

Pero, vayamos a lo que nos interesa aquí, que es lo del "envoltorio". Es decir, celofán. Algo que entra por los ojos y es muy superficial. La única cosa que me hizo estar despierto durante la proyección fue el ver -morbosamente- cómo se había ambientado el planeta, del que ya no recuerdo ni el nombre. Con una vegetación fabulosa. Lianas que son cordones umbilicales del planeta (o con el planeta, no estoy seguro). Cascadas imposibles. Bosques verticales. Islas que flotan. Etc. Etc. Etc. Todo recordaba, indisimuladamente, también hay que decirlo, a aquel ilustrador inglés de los años 70 que se llamaba Roger Dean, al que muchos conocerán -yo mismo- por su trabajo para portadas de grupos como Yes u Osibisa. Especialmente las de Yes. Recordemos, Fragile, Close to the Edge, Tales from Topographic Oceans y Yessongs, que eran demenciales. Se trata de imágenes que siempre he aborrecido, quitando unos meses de mi vida entre los 13 años y pico y los 14 años y pico. Después, el horror.

No es una cosa que me haya preocupado nunca, pero a raíz de ver Avatar volvieron a mi mente aquellas imágenes y me pregunté qué ocurría con ellas. Pensé que era como la degeneración de la psicodelia inicial pero llevada hasta unos límites de perfección asombrosos. Un decadencia surgida del ansia de embellecerlo todo a cualquier precio, del aislamiento ilusorio, de un estado narcotizado, de una forma de entender el arte como algo servil y autorecurrente.

De hecho, un poco lo mismo pasa con la música de Yes, que pasaron de ser una banda de psicodelia inglesa que no estaba nada mal a empezar a cimentar lo que se denomina "rock progresivo" o también "rock sinfónico". Durante esa transición, que acabó por llevarles al delirio absoluto, produjeron algunas cosas que aún valían la pena en discos como The Yes Album, Fragile y Close to the Edge. Este último, que fue el quinto de su carrera, es un disco de fricción total, en el que conviven algunas de esas cosas que valen la pena, y que provienen de una progresiva sofisticación y elaboración de la psicodelia, con una autoindulgencia y una pretenciosidad que rayaban en el desmán. "Siberian Khatru", que pertenece a este disco, es un buen ejemplo de esto, y a pesar de todo un buen tema. Si obviamos al merluzo del cantante, Jon Anderson, y al pelmazo de Rick Wakeman, que con el Hammond de acompañamiento hace cosas con un gancho tremendo, pero cuando se lía con el Moog modular y, sobre todo, con el clavinet, hay para matarlo; como decía, si obviamos a este par, lo que nos queda, e invito a que lo comprueben en este tema, es una sección de ritmo psicodélica de primer orden: la que forman Steve Howe, Chris Squire y Bill Bruford (que tras este disco se marcharía a King Crimson, ver entrada anterior).

Me sigue pareciendo alucinante como se entienden entre ellos. Hay otro fragmento de este disco, "The Solid Time of Change", que es la primera parte del largo "Close to the Edge", donde también se puede apreciar esto. El brío y feeling de la guitarra de Howe, porque a pesar de ser muy técnico aún conserva una inmediatez y un calor típicos del rock. O la manera de detener el tempo, o bien de sobrecargarlo, que tiene Squire, un bajista extrañísimo, elusivo, que realiza constantes escapadas del tronco y el ritmo de la canción, como anillos o discos voladores que terminan volviendo a la posición inicial. Y, claro, Bruford, inmenso, uno de los percusionistas que desde dentro del rock mostró más inteligencia y creatividad: polirrítmico, golpes inesperados de toda clase, pero sin perder nunca el drive del tema.

A pesar de todo esto, uno siente que el tema -o el disco entero- podría estar mucho mejor. Que quizá por el camino se liaron de algún modo. Que perdieron la posibilidad de hacer algo más ajustado por estar demasiado pendientes de su ego o de sus tribulaciones mentales, algo que por otra parte podríamos hacer extensivo a un sinfín de grupos de la misma época y estilo. Ese estar metidos en un bucle cerrado del que ni querían ni podían salir. Todo esto nos lleva a concluir que esa pulsión que lleva hacia delante puede convertirse en una inercia cuyo movimiento lo emborrone todo (o, ya que estamos en época de comidas y sobremesas, que derrame varias copas de vino sobre el mantel con el consiguiente estropicio).


Por el contrario, entiendo la psicodelia, esto es, las imágenes e ideas producidas por cualquier tipo de estado alterado de la conciencia, de un modo más sencillo en apariencia pero mucho más sugestivo en el fondo. Les invito a ver, tomenlo como un regalo navideño, el mediometraje canadiense Images du monde visionnaire que realizaron Henri Michaux y Eric Duvivier en 1964.

Images du monde visionnaire en UbuWeb (la calidad de la imagen no es muy buena, así que sugerimos que no activen la pantalla completa porque se resiente mucho la definición; además, en algún momento aparece algún cuadro de función a toda pantalla que se debió colar mientras se subía el vídeo; pero, con todo, sigue mereciendo la pena ya que es un documento único)

Por mi parte, sólo me queda despedirme de ustedes con este vaso de escocés que sostengo en la mano. Salud.

2 comentarios:

  1. Enhorabona per aquest text, francament bo: per les precisions al crític d'El País i, sobretot, per les relacions que estableix entre els Yes i el Roger Dean, per una banda, i tot el que representa "Avatar", per l'altra. Per les últimes entrades, es nota l'eufòria de l'hotel en plena temporada alta malgrat la crisi -i el pobre gat, això sí. Endavant!!

    ResponderEliminar
  2. hola Josep Maria. en crisi però estem quasi bé en plena ocupació. el que passa, ja ho saps, és que la pasta sempre se le queden uns pocs (els hotelers) i les classes treballadores seguim tant fotuts com sempre. bueno, amic, bon any i un dia podriem fer un dinaret o alguna cosa, no?

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.