viernes, 6 de agosto de 2010

La aguja y el globo

Para el arquitecto holandés Rem Koolhaas, “la aguja y el globo representan los dos extremos del vocabulario formal de Manhattan y describen los límites exteriores de sus opciones arquitectónicas”.


En 1999, el joven trombonista alemán Nils Wogram proponía al veterano trombonista alemán Konrad "Conny" Bauer (hermano de otro trombonista igualmente alemán, Johannes) formar un dúo que tendría la virtud de poner en contacto no sólo a dos generaciones y a dos estupendos instrumentistas sino dos formas de hacer muy distintas: una que arranca de la escena de la extinta República Democrática y que se abrocha con todo el panorama free y de música improvisada que se desarrollaría en la Alemania occidental en los 70 y 80 (Konrad, n. 1943), y la otra que se presenta como un nuevo individualismo, lúcido y muy competente, que sabe moverse entre la vanguardia y la revisión creativa de la tradición (Nils, n. 1972). Tras unas sesiones, y en vista de los buenos resultados obtenidos, Wogram enviaba una cinta a Robert D. Rusch, productor y editor del sello CIMP (Creative Improvised Music Projects).

A mediados de septiembre de ese mismo año, Wogram y Bauer llegan a Redwood, en el estado de Nueva York, para grabar en The Spirit Room, el estudio de grabación de CIMP. Dos jornadas, las del 12 y 13 de septiembre de 1999, de las que surgirá el cd Serious Fun, compuesto por 16 improvisaciones cortas, dinámicas y con buenas dosis de diversión dentro. La grabación de los trombones es maravillosa y se debió al ingeniero de sonido de la casa y hermano del productor, Marc D. Rusch.


El disco es presentado, incluso en el mismo dibujo de la cubierta, como un combate cravaniano entre dos trombones. En cierto modo, sí es un duelo, pero no sé si en ese primer sentido más evidente o en otro más oblicuo. En las notas del disco, Wogram dice que toda la música es improvisada aunque algunas partes parezcan compuestas: “Tratamos de llevar estructuras a la improvisación y hacer de ello composiciones instantáneas”. Dejarse llevar o marcarse unas pautas, sin que ni una cosa ni la otra acaben por vencer. Sería más propiamente un combate entre las dos pulsiones que cada uno de los músicos lleva dentro, creo yo.

Volviendo al libro de 1978 Delirio de Nueva York. Un manifiesto retroactivo para Manhattan (Gustavo Gili, 2004), Koolhaas cuenta como en 1807 es nombrada una comisión con objeto de emprender la tarea de diseñar el futuro urbanístico de la isla de Manhattan, diseño que aún hoy es vigente y característico de la ciudad. En 1811, mucho antes del plan Cerdà para Barcelona, se publica el Mapa de la ciudad de Nueva York e isla de Manhattan, que se articula como una retícula sobre 13 avenidas y 156 calles, lo que supone un total de 2028 manzanas, en lo que para Koolhaas es una especie de contra-ciudad europea. Y dice:

“La retícula es, sobre todo, una especulación conceptual.

“Pese a su aparente neutralidad, supone un programa intelectual para la isla: con su indiferencia respecto a la topografía, a lo que existe, reivindica la superioridad de la construcción mental sobre la realidad.

“El trazado de sus calles y manzanas anuncia que el sometimiento de la naturaleza, por no decir su extinción, es su verdadera ambición”.

Se trata de un auténtico programa de futuro, pues hacia 1850 apenas hay nada construido por encima de la calle 42 “salvo por la retícula omnipresente: Excepto cerca de Wall Street, parece casi rural: casas aisladas desperdigadas por unas manzanas cubiertas de hierba”.

No obstante, por esa época, y para evitar la posibilidad más que real de una explosión demográfica, se hacen planes urgentes para reservar como parques algunos solares. El mayor es, naturalmente, Central Park, cuyo proyecto data de 1853. También se va a construir siguiendo esa misma visión programática: “Central Park no es sólo la principal instalación recreativa de Manhattan, sino también el testimonio de su progreso: una conservación taxidérmica de la naturaleza que exhibe para siempre el drama de cómo la cultura deja atrás la naturaleza.”

Dentro de esa trama sobre la que se va a edificar Manhattan, “la aguja es la construcción más delgada y menos voluminosa con la que se puede marcar un lugar dentro de la retícula; combina el máximo impacto físico con un insignificante consumo de terreno”. Mientras que “el globo es, matemáticamente, la forma que encierra el máximo volumen interior con la menor superficie exterior”.

Esa retícula condicionará por siempre el futuro de la ciudad. En Nueva York se desarrollará toda una panoplia de soluciones y artefactos, como los rascacielos, nuevos medios de transporte colectivo (subterráneos, a nivel y elevados) o los ascensores, en una carrera tecnológica ambivalente: “incluido en su éxito está el espectro de su posible fracaso”. Lo que era imposible se mantiene alejado del desastre por un solo grado, por un nuevo ingenio en cada caso.

Disculpad pero, todo eso del conflicto naturaleza/cultura, la tensión entre el instinto y la planificación, o entre el impacto (aguja) y la receptividad (globo), la fuerza totalizadora de las ideas y los recursos técnicos que sirven para salvar escollos, me hace hace pensar en la improvisación, en general, y en Wogram y Bauer, en particular.

“The Trail”, “Industrial” y “Serious Fun”, del disco Serious Fun (CIMP #212, 2000). En los dos primeros cortes surgen patrones de un modo rápido pero natural, se van cuadrando libremente y en alguna ocasión parece que vayan a colapsar. En el tercero puede que sí haya algo de ese duelo funambulístico que anuncia la portada, un suceder de impactar y recibir. Nils Wogram (canal derecho) y Konrad Bauer (canal izquierdo).





El día siguiente a la grabación de este disco, el 14 de septiembre, se les unía a Wogram y Bauer el contrabajista Dominic Duval para una sesión de la que surgiría el disco Serious Fun + One (CIMP #221, 2000).

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