La asociación me vino justo antes de que comenzará la actuación. Era la hora prevista y sólo estábamos tres personas en el local: el propio Masa, el dueño y yo mismo. Álex, el del bar (creo que se llama así), le sugirió a Masa retrasar el concierto media hora, para ver si venía más gente. Era jueves, pero un jueves raro, jueves santo, que a estos efectos vendría a ser como un viernes. Ya saben, en las vísperas de festivos la gente sale a cenar, lo hace todo más tarde, está más relajada. La respuesta de Masa, sin ser demasiado acusada, fue categórica: movió la cabeza en negación. Estábamos junto a la barra, me miró y dijo, "estás tú, ya está bien". Justo en ese momento estaba pensando en decirle todo eso de los jueves y los viernes, y que tal vez era una buena idea lo que había propuesto Álex; pero inmediatamente me di cuenta de que no tenía sentido intentarlo, la decisión estaba tomada, y tras ella se adivinaba una determinación que no dejaba lugar a dudas. Todo esto ocurrió en unos segundos, pero ese simple gesto terminó por modular por completo la percepción que tendría del concierto.
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Masa se dispuso al fondo de la pequeña sala. Me senté frente a él, a tan solo dos mesas de distancia. La primera de las tres improvisaciones de la primera parte la vi, creo, solo. Después llegaron algunas personas más, pero la línea que había emprendido el contrabajista japonés no variaría en lo sucesivo.
Fue un set conciso y en el que el tiempo (el tiempo que se tomaba el músico, pero también el tiempo entre las cosas que apuntaba) jugó un papel esencial. Los sonidos, las notas, como entes físicos que se relacionan con el entorno, y que por tanto transcurren a la espera de respuestas, de reflejos. Y ese feedback no sólo se da con el oyente sino también dentro del mismo músico. Parecía como si el contrabajista estuviera realizando un diálogo consigo mismo, y no haciendo un monólogo. Masa deja pistas de ello en sus solos: entonaciones con la boca, con las facciones de la cara, su ensimismamiento es total. Siendo como es la suya una música enraizada en el jazz, es como si tratara de suplir esa "falta" de partenaires que es tan decisiva y característica del jazz. Tradicionalmente, el solo en grupo es de las cosas que mejor definen el jazz; pero el solo sin acompañamiento, ya no lo veo tan claro, o al menos no hay una tradición arraigada. Así que, de alguna forma, este solo de contrabajo hacía pensar en cosas relativas al jazz, a lo que ha sido pero, sobre todo, a lo que es -o puede ser- hoy. Pensar (e imaginar) qué es lo que no está ahí, frente a nosotros. Lo que está proyectando el músico como si estuviera en un imaginario grupo. Así que lo que antes era la "parte de un todo", es ahora la cosa en sí. No hace falta decir la dedicación que se requiere.
Naturalmente, el concierto no consistió en nada de esto. Esto sólo son algunas cosas que me fueron sugeridas por la música, por el músico, y por la relación entre ambos (y con nosotros... al final llegó más gente, como he dicho, no mucha más, pero más). Por fortuna, Masa ofreció una música muy destilada, en la que los sonidos más que relacionarse parecía como si se esperaran los unos a los otros. Y trabajó con ahínco para lograrlo. Trabajo pulsando y pulsando, con frecuencia con ambas manos muy cerca, sobre el mastil y reposando sobre la tabla. Por mucho que las notas diera la impresión que se arremolinaban, o que se apelotonaban, siempre terminaban poniéndose en su sitio. (Improvisación: vértigo y velocidad). Sin efectos y sin echar mano de técnicas extraordinarias consiguió una gran 'amplitud'. Como el anterior concierto que le había visto hacer sin acompañamiento, el del otro jueves también fue altamente sugestivo, aparte de un buen autorretrato del artista.
Cuando lo programamos el verano pasado en dúo con Tom Chant en el Roxanne de Gracia, estuve hablando con él de sus solos, pues unos meses antes había tenido ocasión de verlo en ese formato. Me dijo que no había hecho muchos, pero que le interesaba ir practicando esa modalidad. Incluso pensaba escuchar algunas cintas y tal vez editar un disco así. Al respecto del concierto de la otra noche, al acabar dijo que le habían salido unas cosas que estaban bien. Lamentablemente, no se grabó. Nadie pensó en ello.
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Por cierto, este fue el último concierto en el Txinkana del breve ciclo «Sons feréstecs» (algo así como sonidos salvajes, agrestes, indómitos... una feliz denominación que sugirió un servidor) que venían programando Ivo Sans y Albert Juan. Otra mala noticia para los aficionados al free de la ciudad.
Masa en el Juan Sebastián Bar de Huesca, 14 de marzo de 2013.
(Foto: Jesús Moreno, publicada originalmente en su blog desde mi cadiera).
Molt Maco!
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