domingo, 4 de noviembre de 2012

Philadelphia

Ayer volví a ver la película Philadelphia (1993), de Jonathan Demme. Aquel dramón con Tom Hanks, Denzel Washington y Antonio Banderas, en el que Hanks interpreta a un abogado de un poderoso bufet de la ciudad de Filadelfia que es despedido por sus jefes cuando estos se enteran/sospechan que tiene SIDA.
La había visto varias veces, y no la tenía en gran consideración. Básicamente me parecía una película demasiado comercial. Ayer la volví a ver porque a mi hijo adolescente le apetecía verla. Y en este nuevo visionado, y observando como la veía mi hijo, me di cuenta de que estaba muy equivocado respecto de ella. Es una película para un publico amplio, con estrellas de Hollywood, sí, pero muy útil y necesaria. Expone con claridad una problemática, una injusticia y unos prejuicios, sin maniqueísmos ni moralinas, aunque haciéndolo de una manera llana, para que todo el mundo pueda entender el "mensaje", o si lo prefieren -yo lo prefiero- la reflexión que nos propone: esa invitación a mirarnos a nosotros mismos, examinar nuestra carga educativa y tratar de ser lo más valientes que podamos para deshacernos de muchas cosas que hemos adquirido y que no hacen que el mundo sea precisamente mejor.

Al final de la película, en la escena del funeral, suena una preciosa balada que Neil Young -uno de los grandes, pero de verdad- escribió para la película y que se llama simplemente "Philadelphia". Ni Bruce Springsteen, ni Peter Gabriel, ni las arias de ópera que suenan, ninguna otra música del film consigue condensar los dos vectores sobre los que se levanta la historia: por un lado, el toque de atención, por el otro, la tristeza -la película es muy triste al final- del melodrama.
Neil Young, para abrir un domingo cualquiera...



(Siento la putada de Goear, con esa odiosa publicidad inicial que te cuelan, pero es que no he encontrado el tema en ningún otro reproductor.)

1 comentario:

  1. Coincido con usted Mr. Torrance.

    A mi hubo una escena de la película que me impactó; el momento en que el protagonista está escuchando la voz de María Callas y le explica a Denzell Washington cuál es, para él, el sentido profundo de lo que está viviendo a través de la música. Su vivencia es de una intensidad tal (magnífico Tom Hanks, aquí) que el abogado no puede encajarla, es superior a él, y abandona al protagonista con una expresión de desorientación emocional enorme. La mejor cecuencia de la película, para mi.

    El tema, cantado por Neil Young, es de una profundidad apabullante. RZ

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