viernes, 23 de noviembre de 2012

Concert d'orgue a Santa Maria de Gràcia (festivitat de Santa Cecília), BCN, 22-XI-2012


Con el concierto de ayer, celebrado para conmemorar el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, concluía la 10ª edición de los "Concerts d'orgue a Santa Maria de Gràcia", que con tanto esfuerzo y tesón organiza y coordina Amaia Goñi, la organista titular de la parroquia. Una nueva ocasión para disfrutar de este órgano De Graaf al que no nos cansaremos de loar. El elegido ayer para estar frente a los teclados fue Ignacio Echevarrieta, organista vasco pero residente en Barcelona (es organista del Oratorio de Santa Maria de Bonaigua y de Sant Josep Oriol, ambos templos en la ciudad condal).


A diferencia de los dos conciertos anteriores, que cada uno a su manera habían propuesto un amplio abanico estilístico (el primero, muy subjetivo y buscando el contraste expresivo; el segundo, ponderado y estableciendo un recorrido histórico), el de ayer estuvo centrado en la música antigua para órgano y, sobre todo, en piezas del barroco alemán (el más profundo e íntimo, pero también el más elocuente), a las que se añadió un tiento del "Pange Lingua" de Joan Cabanilles, un anónimo del siglo XVII perteneciente al Manuscrito Camphuysen, y un bis fuera de programa que no reconocí.
El programa anotado que proponía Echevarrieta venía enmarcado entre dos 'cumbres' del órgano: Dietrich Buxtehude (1637-1707) y Johann Sebastian Bach (1685-1750). Exceptuando al propio Buxtehude, enclavado en el primer barroco, y la "Pavana Lachrimae" de Jan Pieterszoon Sweelink (1562-1621), que aunque holandés fue un músico importante en la eclosión del barroco alemán, todas las obras eran del período tardío, con nombres como, además de Bach, Johann Pachelbel (1653-1706), Johann Nicolaus Hanff (1665-1711/12), Johann Speth (1664-c. 1719) y Georg Böhm (1661-1733). Podríamos decir que el conjunto fue como una inmersión en uno de los momentos más fecundos de la historia de la música.

Abrir un concierto -o cualquier otra cosa- con Buxtehude es suficiente para dar la clave en la que se van a desarrollar las cosas. Su música, sutil y recogida, hizo que la velada empezará muy alto con la "Toccata en Fa Mayor". Con Buxtehude nos encontramos aún con un órgano primitivo, "limitado" si se me permite decirlo, y no obstante esto es un deleite apreciar el partido que este compositor supo extraer del instrumento.
Ya hemos dicho en anteriores ocasiones que Bach (que siempre fue un gran admirador de Buxtehude, por cierto) fue quién proyectó el órgano más allá de las fronteras físicas que en aquel momento lo aprisionaban. En este sentido, uno de los aciertos del programa seleccionado por Echevarrieta fue precisamente el estar concentrado en ese período determinado, lo que nos permitió contrastar ese relieve e importancia que tiene Bach. Sus dos piezas con las que concluyó el concierto, la breve "An Wasserflüssen Babylon" y la más larga "Passacaglia en do menor", sirvieron de forma excelente para ver aquello que es característico de su música orgánica: el empleo mucho más dinámico del teclado de pedal, la rica combinación de juegos, el equilibrio cromático.
El resto de piezas situadas entre estos dos puntales terminaron de dar una imagen por más que sintética bastante aproximada del barroco aleman, mostrando la variedad estilística y temática del período tratado. Destacaría las piezas de Pachelbel, "Von Himmel Hoch", y Böhm, "Vater unser in Himmelreich", aunque insisto en la completa organicidad del programa propuesto.

Sólo nos queda felicitar a Echevarrieta por su oportuna revisión del órgano barroco alemán, que además fue muy pertinente dada la fecha, Santa Cecilia, pues nos sugería una vuelta a los orígenes. Y felicitar también a Amaia Goñi por hacer posible este miniciclo de conciertos anuales.

Hasta el año próximo.

El organista Ignacio Echevarrieta con Amaia Goñi haciendo de asistente.

Un momento de abismamiento. 


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