domingo, 27 de febrero de 2011
Reflections without an anesthetic
El pasado domingo tuvo lugar el tan cacareado concierto de los diez saxofonistas, "Sin anestesia", dentro del ciclo Músiques Disperses que se programa en la sala Heliogàbal. Premonitoriamente, en la imagen del taco del calendario de ese día –en realidad del fin de semana– podía verse esta imagen.
Disparen sobre la pianista, pues. No es que lo digamos nosotros, sino que ahí estaba. Pero, de todos modos, algo tenía que ver con el asunto. Se trataba de un concierto bravo, con los saxofones a pelo. Unos saxofones que de haber podido hubieran exclamado, "¡ah, piano, vete al cuerno! ¡no te necesitamos ni te necesitaremos!". Pero, como no hablan, la cosa se quedó ahí.
Leyendo estos últimos días algunas cosas sobre la historia del saxofón, sólo hay dos músicas o tradiciones que lo tienen en cuenta, y llama la atención la forma en que lo hacen. Primero, el jazz, que en volumen es la que más entradas genera, y que absorbe todo aquello posterior a él aunque manifiestamente ya no sea jazz, en una especie de dinámica que recuerda la de un matrimonio abusivo. Y segundo, la clásica, en la que se tiene la sensación, no de que se le menosprecie pero sí que se le tiene como algo secundario, o al menos eso parece (y ya saben aquello de que "además de serlo hay que parecerlo..."). En fin, que estuvimos leyendo y mirando unas cuantas cosas -muy por encima y tampoco demasiadas, todo hay que decirlo- con la idea de poner algo sobre saxos en este post. Pero, no encontramos nada interesante, al menos desde nuestro punto de vista. Todo era o demasiado escolástico, o aparentemente histórico, etc. etc. Cosas que no entran bien en el hotel. Pensamos entonces en recurrir a la literatura, que al final es la que siempre termina sacándole las castañas del fuego a todo el mundo. Pero ya no había tiempo, y tampoco era cosa de alargar demasiado la publicación de esta entrada.
Así que le preguntamos a Eddy, que es un mapache que habla y al que normalmente se le puede encontrar en los alrededores del hotel, revolviendo en los cubos en busca de alimentos. No se puede decir que esté del todo socializado, pero casi. Con el cebo de unas barritas Twix conseguimos que entrará en el hotel y le llevamos hasta el despacho del gerente, en el que además de la radio hay un equipo de alta fidelidad. Mientras se zampaba las barritas, accedió a escuchar unos vinilos que seleccionamos rápidamente y en los que el saxo o estaba solo o era el protagonista sin discusión. Al final, sentado en una de las sillas de ruedas, los ojos entornados, las piernas cruzadas y la barriga atiborrada de Twix, como si fuera un monje zen, nos dijo: "me parece el instrumento que está más cerca de la poesía". Bueno, ¿no? Así que ya saben, si no tienen una buena biblioteca a mano, procúrense al menos un animal doméstico inteligente.
Pasemos a la noche en sí.
La velada del otro día fue especial por varias razones. Una de ellas, por la composición intergeneracional de los músicos. Los 10 saxofonistas concursantes habían nacido entre finales de los 50 y mediados de los 80. Este tipo de encuentros son saludables en todos los campos, y muy especialmente en los artísticos, en los que cuestiones variables según la edad como el temperamento, la experiencia, la audacia y la intuición se combinan de maneras insospechadas, pudiendo dar resultados interesantes (preferimos algo interesante que algo simplemente bueno).
Un evento musical de estas características podría estar sujeto a vicisitudes personales, derivadas de la diversidad de edades, que podrían llegar a enturbiar el resultado. Y no fue el caso. Una de las cosas que pudimos apreciar, mirando como se relacionaban antes y durante el concierto por el rabillo del ojo, fue el entusiasmo y la generosidad que había entre los músicos. Esto era doblemente meritorio si se tiene en cuenta que su origen y actividades no son nada homogéneos. Es cierto que había subgrupos de ellos que tocan juntos en un proyecto u otro, pero no es así en todos los casos. Probablemente, la premisa con la que iban ahí esa noche, que no era otra que la de improvisar, contribuyó a crear ese ambiente de espera compartida. Y esa generosidad -huelga decirlo-, como también ese entusiasmo, fueron determinantes para que todo el mundo estuviera integrado en esa espera.
Otra de las cosas que nos preocupaba a los que organizamos "Sin anestesia" -que no a los músicos, que jamás vieron inconveniente alguno- era como implementar la idea, cómo distribuir las apariciones de los músicos y qué método seguir para la selección de los formatos, ya que lo de tocar todos juntos se reservaría para el final. En la reunión que tuvimos el pasado diciembre, alguno de ellos -no recordamos quién- dijo algo sobre hacer unos papelitos y sacarlos al azar para decidir qué se hacía y quién salía. Podía parecer tonto, y de hecho nos lo pareció. No veíamos nada claro que esa opción fuera la clave para resolver la sesión. Aunque, insistimos, eso sólo nos preocupaba a nosotros, los organizadores, ya que a los músicos no parecía importarles lo más mínimo.
Finalmente, y viendo el aplomo que algunos de ellos mostraban respecto a que era una buena forma de plantear las cosas, aceptamos el sistema de los papelitos. Así que, la semana antes, elaboramos una plantilla con cuadros en los que escribimos los diez nombres de los asistentes más las cuatro formaciones previstas, que irían del solo al cuarteto (inicialmente apuntamos también el quinteto en ella, pues no recordábamos si entraba en lo decidido o no). Esto sí que cuadraba bien puesto que la suma de solo, dúo, trío y cuarteto daba 10, con lo que podía plantearse el hacer varias tandas -como así se hizo- sabiendo que todos habrían aparecido en la tanda anterior en un formato u otro.
La siguiente cosa era fácil de obtener: unas manos inocentes para extraer los papeles. De esto se encargaría nuestro escritor, Mr Torrance, que debería procurarse de dos recipientes tipo hurna para colocar en cada uno de ellos los papelitos con formaciones y músicos. Lamentablemente, descuidó dichos recipientes en el hotel, así que la tarde del mismo concierto estuvo buscando algo funcional y que a la vez fuera pertinente, o al menos bonito. En eso estaba cuando el coorganizador Mr Atrofe, del staff de Músiques Disperses, lo recogía en su casa trayendo consigo la solución: un sombrero tipo Borsalino, que en cierto modo era de lo más adecuado. Ahora sólo faltaba otro sombrero o parecido. Mr Torrance pensó entonces que su vieja y olvidada gorra de tweed irlandesa también podía resultar apropiada. No hemos podido fotografiar el sombrero, que se llevó Mr Atrofe, pero ahí van un par de imágenes de la gorra, con ese bonito forro que originalmente era de un cálido vermellón y que la decoloración ha dejado en ese pálido color carne.
Esto que acabamos de contar tan sólo fue el dispositivo mediante el que se puso en práctica esa selección aleatoria, lo importante es decir que ésta salió bien. Salió bien, entre otras cosas, porque las combinaciones resultantes eran tan buenas como cualquier otra. Y una vez se llega a uno de esos estadios en los que el "intercambio" lo gobierna todo, se puede estar tranquilo. Al día siguiente, pensaba que tendemos a desconfiar del azar, y que el azar puede ser un valioso aliado. Sólo se precisa de la voluntad de que esto sea así y no tener nada de miedo.
Había otra cuestión que nos preocupaba, aunque no tanto, y era cómo afrontar ese último número que iban a realizar. Que aparecieran los diez a la vez en plan fanfarria era una posibilidad evidente -tal vez demasiado- y que no entrañaba mayor riesgo, pues se trataría del final. Un poco como una conclusión distendida. Pero, una vez más, algo terminaría sucediendo de un modo natural y acabaría revelándose como lo idóneo. No era una cosa esta vez relacionada con el azar, sino con la lógica. En el mismo Heliogàbal, mientras los músicos llegaban y desenfundaban sus saxos, El Pricto, que básicamente es compositor, nos mostraba unas partituras circulares de sencilla ejecución y cuya idea cuadraba perfectamente. Lo único que requería es la presencia de un conductor, que sería el mismo Pricto.
Esta seudo pieza nos la presentó con el título de "Las tres pizzas de los hermanos Marx". Dichas partituras circulares estaban divididas en porciones, como las pizzas. Cada una de las 3 pizzas correspondía a uno de los hermanos: Chico, Groucho y Harpo. Y, a su vez, cada una de esas 'pizzaturas' debía ser para tres músicos. Tres x tres nos daba los nueve saxofonistas restantes, ya que Pricto dirigía. También se nos anunció que la pieza trataba sobre el "destino". "Nada que objetar", pensamos.
Finalmente, comentar también que además de las improvisaciones aleatorias y de esa pieza final, el concierto se abrió con un breve pasaje en el que también estuvieron todos los saxofonistas. Un glissando de unos tres minutos que Agustí planteó hacer en uno de los mails previos. Copio lo que dijo entonces, ya que él lo explica mejor: "El próximo mes de febrero -por el corriente- se cumplen diez años de la muerte de Xenakis. He pensado que le podríamos hacer un pequeño homenaje. La idea es hacer un tránsito desde C (pitch concert) a Eb a base de glissandos y microintervalos y de manera libre en cuanto a la elección de "cuando" cambiar de nota. Puede durar unos tres minutos, de hecho se acabaría cuando todos estuviéramos en Eb. Xenakis usaba mucho esta forma ("Metástasis" por ejemplo) y me parece que puede estar bien, no implica papeles ni ensayos, solo se tocan cuatro notas...". Esta interpretación resultó ser un buen inicio, ya que comenzó de un modo caótico para poco a poco ir ordenándose. Al principio sólo había unos cuantos músicos en medio del local que comenzaron a tocar, con lo que no se sabía si estaban probando o ya había empezado el concierto. Poco a poco, de otras partes del local fueron surgiendo otros sonidos que se fueron sumando y acercando hasta esa zona en la que se había iniciado todo. Y, una vez allí, los saxofonistas formaron un círculo y la concluyeron.
Como no podía ser de otra forma tratándose de un acontecimiento público, tuvimos también la pequeña aportación folklórica de un nota local, un tanto cargado de lúpulos varios, que irrumpió en el escenario sin que la cosa tuviera mayor trascendencia (eso también es verdad).
Sólo nos queda decirles que nuestros amigos de rest in bits grabaron el audio del concierto y lo han colgado en el blog. Ahí encontrarán tambien la info sobre las distintas formaciones que se dieron.
http://restinbits.blogspot.com/2011/02/sin-anestesia-barcelona-2011-02-20.html
Y en relación a esta entrada, también queremos expresar nuestro agradecimiento a aquellos que nos han prestado material gráfico: Joan Idrac y Àngel Farrés, por cedernos sus fotos, y al Pricto, por enviarnos las pizzas.
Próximamente haremos una entrada con los clips de vídeo que grabamos.
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Película del oeste. Escena en el 'Saloon'. Un cowboy arrea un buen puñetazo a otro.
ResponderEliminar- 'Esto no va a quedar así...' Dice el agredido.
- No. Se le hinchará un poco - responde el otro.
Pues eso. Que esto 'no debería quedar aquí'.
Un disfrute de concierto, Mr. Torrance.
RZ
gràcies, mestre!
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