El otro día, buscando un disco que necesitaba para hacer una cosa con un amigo, encontré otro que no buscaba pero que me vino muy bien y que hacía unos años que no escuchaba. No hay nada como reordenar para encontrar lo que no se busca. («Un bombardeo es el suceso ideal para poner en orden mi biblioteca», decía el escritor y periodista serbio Dusan Velickovic).
El disco que “encontré” es Tormenta de tormento de Corcobado y los Chatarreros de sangre y cielo (Triquinoise, 1991). Apareció aproximadamente cuando llegaba a Madrid para permanecer allí una temporada. Ese hecho, junto con otras circunstancias personales que no vienen al caso, ha convertido este disco en mi preferido de todos los de Javier Corcobado. No sé si en eso coincido con la crítica o con el sentir de la mayoría, pero es algo que me trae sin cuidado. Para mí Tormenta de tormento es algo especial, muy querido, y lo será siempre.
Tras el turbulento período de Demonios tus ojos, y después de haber iniciado su carrera en solitario con Agrio beso, Corcobado conseguía montar una banda estupenda, que entendió y enriqueció esas canciones que proponía en aquel momento. Los Chatarreros de sangre y cielo eran Javier Arnal a la guitarra, Nacho Laguna al bajo, Nacho Colis a la batería y Justo Bagüeste a los saxos y teclas, más el propio Javier a la voz y la guitarra de acompañamiento. El disco fue grabado en junio de 1991 y contó con una excelente producción de Ollie Halsall, el colaborador de Kevin Ayers que moriría al año siguiente en Madrid. Además de los 10 temas del LP, se añadía de regalo un EP con cuatro piezas más (dos originales y dos versiones, una de Jobim –obviamente “Corcovado”– y otra de Morricone), y como cara B del single “La libertad” otro tema también inédito. Una fecunda cosecha, pues. (Con posterioridad, el sello reuniría todo este material en una reedición en CD).
Pero volvamos a la cosa. Encontrar Tormenta me fue tan bien que al final con mi amigo hemos cambiado el objeto de nuestro trabajo por un tema del disco, que es “Malsoñando”. Hay muchos temas buenos ahí, el propio “Tormenta de tormento”, la “Ladrada del afilador”, o esa decadente y etílica canción de feria que es “Chatarra de sangre y cielo”, que era uno de los temas que venía en el EP, pero “Malsoñando” es, dentro de este disco especial, algo especial. Recuerdo que el par de veces que los vi en Madrid en aquella época sus seguidores la reclamaban insistentemente, incluso una vez la habían tocado ya. No era el single, ni el tema que daba título al álbum, ni siquiera se había encaprichado de él ningún DJ de la radio. Parecía venir de tapado, de relleno. Pero, vuelta a escuchar casi 20 años después, mantiene intacta la fuerte correlación expresiva entre el tema musical y las imágenes que nos lanza.
“Malsoñando” se inscribe de lleno en las temáticas habituales de su autor. Malditismo y golpes de genio poético. Corcobado puro, polémico y controvertido. Pero, si no fuera así no sería él.
Javier Corcobado nació en Alemania, en una familia de emigrantes, pero regresó pronto a España, al barrio de Vallecas, zona dura, de todos es sabido, como el Carmelo de Barcelona o Santa Coloma. Así que buena parte de su infancia y adolescencia en los años 70 transcurrió ahí. Y de imágenes de entonces se nutre el tema. Naturalmente, imágenes que serán recreadas, reformuladas.
El mundo al que se refiere “Malsoñando”, el de los primeros 70, creo yo, es el de las calles –y las pesadillas– de los barrios más populares o del extrarradio de las grandes ciudades. Una época, anterior a la irrupción del caballo, en el que esos territorios estaban poblados por bandas de nombres intimidatorios, como correas, escorpión, etc. Motores trucados y ruidosos escapes. Niquis ceñidos y pantalones acampanados. Gafas de espejo, pulserones de cadena y peines. Polos y pitillos sueltos. Cubalibres y lumumbas. Chulería y trifulcas. (Recuerdo que en mi calle, situada en una de las faldas del Carmelo, de vez en cuando había que correr para escapar de los asilvestrados muchachos de la montaña, que venían decididos a hacerle una cara nueva a todo el que se les pusiera por delante).
¿Por qué tiene tanta fuerza este tema? No es un himno generacional ni nada por el estilo. Basta oír la letra para darse cuenta de que no contiene ningún elemento de esas características. Parece situada en un tiempo pasado y no hay un relato cronológico ni nadie con quién identificarse de una manera concreta, sino más bien una serie de imágenes sueltas muy poderosas y violentas, y en algunos casos espantosas. De lo que sí podría tratarse es de la constatación de un fracaso y de la existencia de unas heridas. Podría ser, dicho de otro modo, como nuestro Rumble Fish particular, un Rumble Fish en la recta de tribuna del franquismo.
Poéticamente, la letra del tema suministra algunas asociaciones estupendas, como “carreras de motos/carreras de medias”, todo lo cual puede verse reflejado en él gafas de espejo mediante, que recoge un mundo masculino totalmente abstraído del resto de las cosas, lleno de agresividad y sinsentido. O la imagen, de vuelta a casa, un poco excéntrica al tronco de la canción, de “aquella gorda señora”, así como los “culos de las madres deshechos por los hijos”; eran tiempos edípicos y de incorrección. Y el “acento de emigrante”, que en Barcelona, con frecuencia, era directamente otra lengua.
Y observar es como estar malsoñando… Perfecto, ¿no? Lo que implica en el contexto de la canción y del recuerdo esta idea es fabuloso. Algo entre dos vectores, algo como miedo o retraimiento.
Musicalmente, el tema, sencillo, tiene un ritmo tenso y obsesivo que no se aplaca nunca, y con puntos muy empinados en su estructura.
En fin, siento el rollo. Todo esto proviene de anotaciones para el susodicho trabajo que, vueltas a leer, me dije, bah, no están tan mal, voy a echárselas a estos. Y ahora el tema, que es lo bueno.
Y aquí va la letra. Ese mismo año la editorial Libertarias/Prodhufi le editaba a Javier el poemario Chatarra de sangre y cielo, compuesto por letras del disco y otro material original.
En el motor hecho jirones,
la chatarra de tu piel es una montaña,
una montaña, es una montaña, una montaña.
Desde el espejo de mis gafas,
viendo carreras de motos en mi calle,
en mi calle, en mi calle, en mi calle.
Desde el espejo de mis gafas,
miro carreras de medias en mi calle,
en mi calle, en mi calle, en mi calle.
Y ellas en mí se pueden ver,
y ellas en mí se pueden ver.
Esquiando por los terraplenes
en la tapa de un water,
comiendo ranas asadas con mechero.
Espadas hechas con dedos de obra
y la cena siempre espera en la lumbre,
en la lumbre, en la lumbre, en la lumbre.
Nos aturden los gritos de madre
reclamando a Miguel Ángel
con acento de emigrante, con acento de emigrante.
Día de lucha de los vikingos,
de los pitillos robados,
pelea contra la banda del escorpión.
Y alrededor la sangre,
en los palos de polo de fresa,
en los palos de polo de fresa,
en los palos de polo de fresa.
Las ruedas del camión
van dividiendo las piernas
de aquella gorda señora que ya tiró su basura.
Desde el espejo de mis gafas,
viendo los culos deshechos por los hijos,
por los hijos, por los hijos, por los hijos.
El húmedo cartón de la chabola
ha empezado a empañar mis gafas.
Y observar es casi como estar malsoñando,
malsoñando, malsoñando, malsoñando, malsoñando,
malsoñando, malsoñando, malsoñando, malsoñando ...
si te pagas por espacios, vas a cobrar un paston. te vendrá bien para tapar el derroche del pago. :-)
ResponderEliminarme pago por espacios, por descontado, lo que ocurre es que me debo algunas facturas todavía. tendré que denunciarme o amenazar con hacerlo.
ResponderEliminarAnteayer leí un manifiesto que arremetía contra la autocomplacencia del 'poetismo' predecible, amanerado y oficialmente 'culto'. Cualquier gesto que delate al poeta mirándose al espejo destruye el mensaje poético. Con la mirada limpia, puede haber más poesía en un cubo de basura que en la obra completa de Keats.
ResponderEliminarMensaje recibido... RZ
Tenia este disco de cuando salió. Me lo vendí hace un par de años junto con otros vinilos.
ResponderEliminarEl disco tiene su encanto decadente, crooner, outsider... Mi tema preferido era "Ladrada del afilador". Lo ví en directo en Barcelona, sala Garage. Era el dia de su cumple, y la banda lo celebró con cava (entre ellos) a medio concierto que duró unas dos horas. Según me han dicho Corcovado es muy egocéntrico.
Bernie, pues me parece quu yo también estuve en ese concierto del Garaje, aunque ahora no estoy seguro de si fue cuando vinieron a presentar "Tormenta" o el siguiente. quizá fue éste último. y respecto a lo de egocéntrico, bueno, ya sabes, esto de los artistas, qué te voy a contar.
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