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sábado, 19 de marzo de 2011

Eix de Baf en Trocadero, 1972, por Ramon Solé



Conseguir un bolo ha sido, desde siempre, la obsesión más clásica que sufre el músico. En la actuación se invoca buena parte de lo recolectado, de lo imaginado, de lo especulado e, incluso, de lo inesperado. Sin bolo no hay grupo, no hay música. En el año 1972 no existían demasiados sitios para celebrar un concierto de free. Mejor dicho, no había ninguno ya que ni siquiera había abierto Zeleste todavía.

Antes de continuar esta crónica me gustaría advertir que mi fuente de información está constituida, principalmente, por mi actual memoria. Si me conociérais como me conozco yo, desconfiaríais de la total veracidad de lo relatado. Es posible que algunos datos me los haya inventado. Sin querer, por supuesto, pero el cerebro trabaja así, sustituyendo blancos en lo que se recuerda por imágenes más o menos inventadas. Recordar es soñar. Así nos va.

Bien. Barcelona (la de espaldas al mar), 1972. Una mesa de madera, imitando las de los antiguos mesones, cubierta por vasos de caña. Eix de Baf reunidos en asemblea ordinaria como cada tarde. Volando por encima de sus cabezas la obsesión: conseguir un bolo. José Franco propone visitar a un individuo que regenta una especie de oficina de contratación. Si no recuerdo mal (repito la advertencia del principio) la empresa se llamaba Músicas del Sur y estaba en la plaza Catalunya o cerca de ella. Allí nos encaminamos Franco y yo a entrevistarnos con un sujeto que parecía más un inspector de polícia que otra cosa. Franco y el hombre se conocían levemente de otra ocasión pero no recuerdo de qué. Mi cerebro no se ha inventado nada al respecto. La oficina tenía un aspecto totalmente anticuado. Parecía más propia de los cincuenta. Carteles de cantantes desconocidos tipo Belter en las paredes. Fotos de orquestas que parecían recién regresadas de una nave extraterreste después de una severa abducción. Ficheros metálicos con esquinas oxidadas. Colores ocres, grises, pantones falangistas.

El hombre –por cierto, mis neuronas me comunican que llevaba bigotito antirrojos– nos preguntó que tipo de música hacíamos. Blues y rock, mintió Franco. Naturalmente nos dijo que lo teníamos más que mal. Él se dedicaba a otras cosas, no había más que consultar las paredes y los abducidos. Pero nos podía meter en una especie de festivales promovidos por un concurso de grupos de pop hortera. El caso era que se habían celebrado diversas fases y había llegado la hora de las semifinales pero un grupo clasificado había desertado. Nosotros podríamos participar en su sustitución, nadie se daría cuenta o nadie le daría importancia y, naturalmente, no ganaríamos. No había dinero, pero había bolo. Encendió un cigarrillo, gesto compulsivo que mostraba lo contento que se puso al verse tan listo. Eso del cigarrillo no lo recuerdo, me lo acabo de inventar pero seguro que pasó.

Dijimos que vale, que gracias. Nos apuntamos el sitio y la hora del Bolo que ahora ya se podía escribir en mayúsculas.

El concurso se celebraba en la discoteca Trocadero. Travessera de Gràcia entre Bailén y Paseo de Sant Joan (en aquel entonces General Mola). Casi siempre he vivido en este barrio. Está bien tocar cerca de casa por si hay que salir por piernas.

Llegado el día D, fuimos a enterarnos de que iba la cosa y a hacer una prueba de sonido que creo que no llegó a realizarse. Como no me acuerdo pues no se probó y asunto arreglado. Habían tres o cuatro grupos y el sistema de clasificación consistía en votación a mano alzada. De haberlo sabido se hubiera podido hacer una llamada general a los colegas y meter en un buen aprieto a Músicas del Sur y sus naftalinas.

Fuimos a dar un paseo para airearnos (estar dentro del Trocadero era como estar dentro del coño de una ballena disecada), tomarnos unas cañas, dejar un poco de humo denso en la esquina y, por supuesto, celebrar nuestra asemblea ordinaria y vespertina. Decidimos el orden de las piezas, o de lo que nosotros considerábamos piezas, y esbozamos la estrategia a seguir: era la primera vez que tocábamos en un coño de ballena disecada. Todo por el Bolo.

En aquel momento los componentes de Eix de Baf eran: José Franco: bajista, líder sin neurosis asociada al cargo y abrepuertas con sacabolos. Jordi Martí: flautista que nunca abandonaba la trinchera. Petrus Navas: saxo. Decir que era un poco disipado sólo se entiende si se quiere evitar decir que era totalmente disperso. Acababa de pasar un momento díficil cuando se dio cuenta que después de desmontar el saxo, por primera vez en su vida para limpiarlo, no sabía montarlo de nuevo. Creo que algo pasó en el concierto, como una llave que cae al suelo o algo así. Ricky Sabatés: batería, aunque era guitarrista y de los buenos. En aquella época nos costaba encontrar bolos y baterías. Me prestó una Burns de media caja para la ocasión. Una guitarra rapidísima con un sonido diamantino. Ramon Solé: guitarrista. Lo mejor que ahora recuerdo de él es que era yo.

Nos dirigimos a la puerta de la discoteca. Algunos de nosotros presentábamos una ligera irritación ocular que ahora no recuerdo a que se debía. Los porteros, gente de mundo, no nos dejaban entrar. Franco negoció con su estilo propio de Ciutat Vella cuando era un barrio donde vivía gente de barrio, así que la tensión aumentó. Por suerte, alguien de la organización nos vino a buscar a la puerta del gran coño disecado.

Aunque estábamos en el 72, alucinamos cuando vimos que estaba actuando un grupo uniformado con trajes iguales y camisas con chorreras. Creo que se llaman así a esas cosas que salen de las mangas y entre las solapas como pedazos de bragas de abuela.

La organización nos proporcionó un trozo de camerino aunque a nosotros no nos hacía falta cambiar de ropa, pero lo aprovechamos para ultimar nuestra estrategia.

El presentador del evento era José María Pallardó. Aquellos que saben de quién hablo pueden saltarse este párrafo. Soy consciente de que mis definiciones no conseguirán superar la imagen que este hombre ha dejado en las memorias de quienes lo conocieron. Tenía un programa que se llamaba "El Clan de la Una". Una especie de lista de éxitos adornada con sus discutibles comentarios que a su vez trufaba con un latiguillo: “Mmm...”. Excepto que se emitía, como se deduce facilmente, a la una del mediodía no recuerdo la emisora. Podría mirarlo en internet pero no creo que sea necesario, inventaros algo, venga, ayudad. Pallardó ya tenía sus años pero su programa iba dirigido a un público muy joven. Camuflaba la papada que delataba el año de su cosecha con un pañuelo Hortera Gran Reserva. Debía presentar nuestra actuación, consultó un papelito y dijo:

– Ahora le toca el turno a… ¡Eix de Baf! Mmm… qué nombres más raros se ponen los grupos de hoy en día.

Y empezamos. Al reescuchar la cinta de cassette que recoge el concierto he tenido esa sensación de total discrepancia entre lo sucedido y lo recordado. Yo recuerdo una fritada descomunal casi de cabo a rabo, sin tregua, cascada libre y tal. La grabación, en cambio, me parece más templada. No creo que las cintas de cassette tengan también sus momentos de fantasía, aunque treinta y pico de años en una caja de cartón dan para soñar mucho.

Lo que sí os aseguro es que al poco rato de tocar se me acercó un técnico de sonido, atónito, que me dijo: “Esto aquí no, tíos.” Buen título para un tema. En un momento dado unas chavalas empezaron a corear: “¡Malos, malos, malos!” En una de las fotos que espero acompañen este articulito aparecen las patas de las chorbas chupa chorreras.

Pocas veces me lo he pasado tan bien tocando y de esta manera, ante un respetable enteramente hostil (creo que estaban en el público tres o cuatro amigos a lo sumo), nunca más he podido repetir una experiencia igual.

De repente alguien desconectó el sonido y los presentes aplaudieron el gesto. No nos importó. Habíamos aterrizado en el centro del enemigo y les habíamos propiciado un buen golpe. Bajamos del escenario y al desfilar ante la barra un desconocido con pinta de beatnik nos hizo el signo de la uve con los dedos. Parecía una alucinación. Con lo díficil que era explicar nuestra presencia allí aún lo era más la de aquel hombre, seguramente un guiri que había llegado hasta allí por una carambola paralela a la nuestra. O no.

Llegamos al camerino y nos dejamos caer como si hubiésemos jugado un partido de rugby. Tengo un recuerdo dulce de ello. Una escena que daba, y da, sentido a muchas cosas sin necesidad de palabras. Me gustaría acabar este relato con una moraleja, algo que relacione lo pequeño de aquel dia con lo grande de la vida, algo que hable de la rebelión, de la disidencia, de la provocación… el caso es que ahora mismo no recuerdo como se hace.

Ramon Solé, marzo de 2011.

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Eix de Baf. Trocadero, Barcelona, febrero de 1972. José Franco, guitarra baja; Jordi Martí, flauta; Petrus Navas, saxo alto; Ricky Sabatés, batería; Ramon Solé, guitarra eléctrica. (Aunque el reproductor es sencillo, hay dos tracks. Primero se reproduce uno y al acabar se inicia automáticamente el segundo).










Nuestro agradecimiento más sincero a Ramon Solé por su texto y por las rememoraciones de la actuación en Trocadero en él vertidas. (Le debemos unas cuantas copas por ello).

La grabación del concierto pertenece a Gedeon, un CD-r manufacturado por Enric Cervera que reunía grabaciones de distintos años de Baf, Eix de Baf y otros proyectos limítrofes.

Para descargar el concierto en internet archive.

Créditos fotográficos. La primera imagen, del interior de la discoteca Trocadero, tomada más o menos en 1969, es cortesía de Toni, del Frankfurt "Punto de encuentro". ¡Gracias! El resto de fotografías, de la actuación de Baf, las hizo y nos las ha cedido Albert Climent. De nuevo, ¡gracias!

Hemos intentado conseguir alguna imagen de la entrada de la antigua discoteca Trocadero, en la Travessera de Gràcia de Barcelona. No hemos dado con ninguna, pero si alguien tiene y nos la envía, con sumo gusto la añadiremos.

Enlaces relacionados:
Baf en San Sebastián, 1973: jacktorrance-overlookhotel.blogspot.com/2011/01/baf-en-el-viii-festival-de-jazz-de-san.html
Sobre Baf, por Ramon Solé: jacktorrance-overlookhotel.blogspot.com/2011/01/sobre-baf-por-ramon-sole.html

Próximamente: Baf en Zeleste, 1973.

miércoles, 19 de enero de 2011

Sobre Baf, por Ramon Solé

A raíz de la entrada sobre Baf en San Sebastián, hablamos con Ramon Solé y surgió la posibilidad de que él escribiera un artículo a partir de un par de ideas. La primera, puntualizar la información que se daba en la nota de prensa de la "Onda galaico-pirenaica" de 1976, y que aparecía en la anterior entrada. La segunda idea era, sencillamente, la de hablar de su amigo Josep Franco. Para el hotel es un honor poder publicar este bonito y esclarecedor texto.

A continuación, la nota de prensa completa, que reprodujo el Rock Comix sobre el "Rock català" en 1976 y que ocupaba una doble página. Después, el texto de Ramon Solé.

(Pinchar en la imagen para ampliar)


Sobre Baf


No hace mucho tiempo que el incansable Jack Torrance escribió un artículo sobre la actuación de Baf en el Festival de Jazz de San Sebastián en el año 1973. A modo de ilustración aparecía una nota de prensa fechada en 1976 de otra actuación que se realizó en Zeleste. Si alguien lee lo que manifiesta el texto de dicha nota y se fija en la lista de músicos llegará a la conclusión que se trata una formación completamente distinta a la del Baf de San Sebastián. Así es y así pasó. Pero al releer la nota de prensa me dí cuenta que alguien podría llegar a pensar que esto fue fruto de una ruptura entre antiguos miembros personalizada por Josep Franco de una parte y por mí de la otra. De hecho el principal motivo por el cual Franco no tocó en San Sebastián fue por que estaba en la mili, así de prosaico. La mili interrumpió miles de iniciativas durante mucho tiempo, desde grupos ye-yé hasta cuartetos de cuerda. Nosotros no fuimos una excepción. El Baf de Zeleste del 76 se gestó cuando a un servidor le tocó el turno de prestar el servicio a la patria. Sé que no es un asunto tan importante como para componer un desmentido público. Yo lo que quiero es hablar de Josep Franco.

La primera vez que vi con mis propios ojos una guitarra eléctrica en mi vida (una Burns roja como un chile) fue cuando Franco me llevó a ver los ensayos de un grupo en un local del Raval de Barcelona. En aquel entonces se decía “conjunto” y “distrito quinto”. Yo tocaba un poco y con Franco conocí a un tío que sabía tocar la escala de blues en La. Pentatónica, por supuesto. Empecé a conocer gente, a hablar de marcas y tipos de guitarra, a mirar escaparates de instrumentos, a ensayar y practicar en las habitaciones de los amigos comiendo las galletas que nos traían las correspondientes madres. Pronto llegarían los primeros intentos de formar un grupo mientras devorábamos vinilos que llegaban del extranjero. Franco, en cierto modo, tutelaba parte de este proceso seguramente llevado por su temperamento alfa. Franco era de esta clase de personas que siempre defendía al grupo en las comparaciones con los otros. Nosotros éramos los más enrollados, teníamos al guitarrista más rápido, sonábamos mejor ...

Franco quizá no era tan amante del free como parecía. Pero sí era muy amante del grupo que lo tocaba, de su grupo. En el tiempo que toqué con él yo me dedicaba a volar sobre sus líneas de bajo, yo y los demás. Nos costaba encontrar baterías que encajasen o que, simplemente, quisieran tocar con nosotros. Este es el motivo por el cual Martí Soler, un guitarrista, tocó la percusión en San Sebastián. En una actuación en una discoteca donde nos infiltramos como concursantes en un festival pop, Riqui Sabatés, otro guitarrista, tocó la batería. Los temas, que eran más esquemas que otra cosa, llegaban a ser kilométricos. Nuestros detractores nos decían unitonales y era verdad. Pero por algún motivo y en algún momento a mí me parecía que sí éramos un poco más mágicos que los que chuleaban de saber más, tener mejor tempo.

Lo de onda galaico-pirenaica era una crítica paródica de la constante reivindicación de lo mediterráneo que empezó a vivirse. La redacción de la nota de prensa contó con la colaboración de Gato Pérez, según me contó Franco. El Gato sintonizaba bien con Franco, de alfa a alfa. El objetivo de la nota de prensa era contextualizar a Baf como un grupo histórico pero borrando la imagen de un grupo extremo de free total. Se pretendía movilizar a los comentaristas musicales que odiaban los conceptos abstractos. Franco se disculpó que en el texto apareciese este distanciamiento respecto a lo que habíamos hecho anteriormente con o sin él. A mí no me importó por que, entre otras cosas, los tiempos ya empezaban a cambiar. A muchos músicos les interesaba más profundizar en las raíces que irse por las ramas. Aunque se lograron trabajos interesantes, la llegada de lo latino y su manual de instrucciones tuvo efectos fumigantes sobre la creatividad. Los que no comulgaron con el catecismo sabrosón empezaron a desfilar hacia las estepas freakies. Me cuesta explicar lo que pasó pero, a mi entender, la música se territorializó. Aparecieron diferentes estrategias buscando la profesionalización como fin primordial. Ahora parece que lo tuviera claro pero para mí fueron tiempos de una gran confusión.

Con la formación del 76 recuerdo que llegué a tocar en plan invitado en un festival colectivo que se hizo dentro de la programación del Grec. Fue la última vez que tocamos juntos. Llegaron tiempos más duros y fríos. A Josep Franco la gran serpiente que mordió a tantos músicos en Barcelona le inoculó el fatal veneno. Finalmente el bajista que me ayudó a comprar mi primera guitarra, una Guild X-500, a pesar de mi reparo (me parecía una guitarra rarísima), el amigo que me enseñó que era mejor ser un gilipollas auténtico que un auténtico gilipollas, el que me mostró la música como un ascensor para huir de la humedad de la calle desapareció. Yo, en muchas ocasiones, aún me considero su guitarrista.

Ramon Solé, enero de 2011

viernes, 8 de octubre de 2010

Claudi Montañá: sangre en los dedos, por Josep Maria Ripoll


“Mis dedos están sangrando. Mientras escribo, mis dedos sangran. Pero tú ves letra impresa, fría, indiferente, toda igual… El pitillo se me cae y quema el papel. Pero la revista que tú lees no está quemada. ¿Verdad? La revista que tú lees está nueva y limpia y fresca. Y debo buscar palabras para decirte que mis dedos sangran y que el pitillo quema el papel. Pero no hay palabras. No existen estas palabras. ¿Cómo explicar con palabras la mezcla de desazón, color, sabor, placer, dolor… de unos dedos heridos, pulsando las teclas de una máquina de escribir?”.

Quien así escribía en 1975 era Claudi Montañá, desde su sección de correo de la revista Vibraciones, de subtítulo “La evolución musical de los años 70”. Textos acaso un poco extraños para encabezar lo que hoy serían las “Cartas de los lectores”; pero, precisamente por ello, fascinantes para un adolescente de entonces que ahora firma estas líneas y que en aquel momento descubría el rock y empezaba a iniciarse en conceptos como los de contracultura, underground o, explorando un poco más allá en el túnel del tiempo, vanguardias, escritura automática y heterodoxias en general. Claudi Montañá suponía una clara opción literaria en revistas musicales como la citada Vibraciones, cinematográficas como Fotogramas, contraculturales como Star o netamente ideológicas, como El viejo topo, de la que fue uno de los fundadores. No es extraño que, desde esta voluntad literaria, empezase a dirigir la colección Ucronía –de Iniciativas Editoriales, la de Vibraciones, El topo o Los tebeos del Rrollo-, en la que editaría el iconoclasta volumen de cuentos Self-service de sus amigos Quim Monzó y Biel Mesquida. Tampoco lo es que escribiendo sobre los Rolling Stones citase a Julio Cortázar, o a Pavese en un texto sobre Pink Floyd. El mundo pop, en su vertiente más underground, se entrelazaba en sus artículos con la alta cultura con pasmosa naturalidad. Véase sino la selección musical que incluyó en una breve autoentrevista presente en uno de sus últimos textos:

“ P.- ¿Cuáles son exactamente tus gustos musicales? Por ejemplo, caso de incendio y poder salvar sólo cinco discos, ¿cuáles te llevarías?
R.- Uno de John Cale… otro de Erik Satie, otro de Mozart, otro de Sisa, otro de Klaus Schulze. Y, si nos ponemos en plan “retro”, sobre mis gustos diré que me habían gustado mucho –varios me siguen gustando aún- los Pink Floyd, Rolling Stones, Tangerine Dream, Vivaldi, Sibelius, Pau Riba, Velvet Underground, Bob Dylan, Händel, Música Dispersa, Albinoni, Kevin Ayers y cientos de nombres más que nos llevaría varias noches tan sólo citar. No me ha gustado nunca Johnny Hallyday”.

Claudi Montañá fue uno de los grandes cronistas de la música progresiva y la onda layetana de los setenta (véase su admirable artículo “Rayos de sol en las catacumbas de nuestra música”, rescatado de otras catacumbas en lwsn; o sus dos entrevistas con Sisa presentes en la misma página). Pero también entrevistó a buena parte de la intelectualidad más avanzada de la década: a Vargas Llosa cuando vivía en Barcelona y se autoproclamaba de izquierdas; a Gonzalo Suárez o a Vicente Aranda en los inicios más heterodoxos de sus filmografías respectivas; a Ravi Shankarr cuando actuó en Santa Maria del Mar; o a dos miembros del Living Theatre con los que mantuvo una agria discusión ideológica. También dejó constancia escrita de su aprecio por Heráclito, Godard, Antonioni, Warhol, los beatniks, Baudelaire o los vanguardistas franceses de principios del siglo pasado. Y finalmente se mató en 1977, a los treinta y tres años, dejando el maravilloso poema “Gaspar Hauser” de Verlaine como testamento. Afín al movimiento libertario, hijo de panaderos, estudiante de filosofía durante un tiempo, miembro de la junta del cine-club de su Manresa natal –también intentó la creación de una escuela de cine en Barcelona-, habitante del barcelonés y más o menos ácrata barrio de Gracia, Claudi Montañá no pudo llegar a ser un escritor reconocido. Todo lo que nos legó a quienes no lo tratamos personalmente está en sus artículos en revistas habitualmente olvidadas. Para quienes lo conocieron –algunos de ellos futuros escritores, editores o músicos de prestigio-, era un personaje muy interesante y sensible y algo solitario. Hay quien nos ha dicho que su mirada inquisitiva, como si él se estuviese preguntando siempre el porqué de todo, resultaba turbadora. Como lo resultan, aún hoy, muchos de sus textos, caídos en el olvido y pendientes de una recuperación que quien firma estas líneas ha emprendido, sin éxito por el momento entre los editores –incluso entre los que fueron amigos de Claudi.

“En cualquier caso, te vayas o vuelvas, te quedes o no, quiero que sepas que cuentas con un amigo. Un amigo que, como tú, intenta vivir plenamente cada instante, en vez de morir poco a poco… Y que intenta huir de la trampa de la vida cotidiana, aunque a veces caiga también en lo profundo del pozo. Y grita, sabiendo que nadie le oirá…”.

Acaso ya vaya siendo hora, después de tantos años, de volver a oír a Claudi Montañá.


De izquierda a derecha, Chick Corea, Claudi Montañá y Jordi Sabatés.


Comenzando por la derecha, Quim Monzó, Claudi Montañá y Biel Mesquida en un tenderete en las Ramblas para presentar el libro Self-service de Monzó y Mesquida, en el Sant Jordi de 1977.

Texto: Josep Maria Ripoll.
Créditos imágenes: Sección "El correo de Claudi Montañá" de la revista Vibraciones, cortesía de Josep Maria Ripoll. / Foto de Corea, Montañá y Sabatés, publicada en el blog manres, y cortesía de Wah-wah records. / Foto de la presentación de Self-service, publicada en el blog Plagueta de Bord, de Biel Mesquida.

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Josep Maria Ripoll ha recopilado artículos y material gráfico relacionado con el periodista, crítico y escritor manresano Claudi Montañá, con la idea de encontrar algún modo de hacer una edición con todo ello. Algunos lugares en internet, como la web sense nom o el blog de Manresa manres, o publicaciones de carácter general sobre los 70, han reflotado en los últimos tiempos una pequeña parte de material de o relacionado con Montañá. No obstante, dada la importancia de su legado, merecería un trabajo más específico, algo así como editarlo en un libro.

Si alguien quisiera contactar con Josep Maria por algún tema relacionado con Claudi Montañá, puede hacerlo a través del siguiente mail:
jtorrance.overlookhotel@gmail.com

Agradecimientos a Josep Maria Ripoll, por su texto y generosidad. Y también a Dídac P. Lagarriga, que nos gestionó con éxito un maldito embrollo con un PDF.